La escuela de todos
Escuela nacional unitaria número 3297, caserío Vega de San Isidro, Biscucuy estado Portuguesa. Así rezaba el cartel blanco en letras verdes que llevó el maestro Benardino a la escuela un día que nos correspondía presentar el examen final para ser promovidos al siguiente grado.
En el salon de clase habían alumnos desde primero hasta tercer grado y la maestra Marina Cañizalez, quien era hija de mi madrina Ester, era nuestra maestra. En ese tiempo se presentaba examen final y venía un jurado integrado por tres maestros de otra localidad a aplicarnos el examen. Había que estudiar mucho pues no sabíamos con que pregunta nos saldrían los del jurado en un examen mixto, oral y escrito. ¡Ah mundo, dígame hoy es puro corte y pega!
Yo aprendí a leer en el libro mantilla y nunca olvido el cuento "OTELO, COJELO" refiriéndose a la perro otelo que protegía a su dueño. teníamos también el libro Angelito y el silabario, pero a mí me gustaba mucho el libro Abajo Cadenas con su famosa Ala, pala, casa, tapara, maraca, y la conocidisima página 13, que rezaba, hacha, cuchillo y machete. Está última expresión fue muy usada en los discursos políticos y gremiales para anunciar que la batalla por las conquista salariales y gremiales comenzaban. Mucho después supe que José Martí era el autor del famoso libro Mantilla, que firmaba como J. Martí.
La primera escuela del caserío funcionó es casa del señor Rafael Ramón y no se porqué razón termino funcionando por mucho tiempo en la sala grande de mi casa, así que yo me levantaba del cuarto que compartíamos todos y no tenía más que pasar por la cocina, y atravesar una puerta para llegar a mi salón de clase. No había ninguna excusa para faltar a clase o para llegar tarde. Al tiempo papá construyo al lado una casita para que funcionará la escuela un poco más holgada y allí funcionó durante muchos años.
Los muchachos que vivían más lejos traían su avío, una viandita con alguna arepa para almorzar, los otros más cercanos, almorzaban en sus casas de regreso. Pero el salón siempre estaba repleto de muchachos.
Un día Pedro Davoín, uno de los alumnos más fortacho del aula, pero muy lento en la lectura, se le reveló a la maestra quien con frecuencia le regañaba y castigaba argumentando su torpeza para que las letras entrarán, cuando la maestra intento propinarle un reglazo, éste se la sujetó y se chingaron a la vista de todos, finalmente la maestra dominó la acción y Pedro termino con el pantalón enrollado, arrodillado sobre una tabla hecha de chapas de refresco clavadas con las aristas hacia arriba y sosteniendo dos piedras grandes en las manos ubicadas a nivel del cuello. Pedro más nunca regreso por la escuela, fue expulsado. Mucho más tarde, ya de adulto, lo ví varias veces por Guanare en dónde había decidido hacer su vida.
Que hermosas eran las fiestas de la escuela, el día del arbol, el día de la alimentación y lo mejor el fin del año escolar. Allí llegaban todos los del caserío, eran prácticamente unas fiestas patronales. Padres y hermanos, todos en el caserío venían a ver nuestras presentaciones. Teatro, declamaciones, canciones, poemas, cada uno de nosotros debía participar y los padres aplaudían de orgullo así se se nos olvidará un verso. Que fiestas espectaculares las fiestas de las escuela.
Quien soltó la vaca al prado
Que la puerta no cerró
Y ese piso tan mojado
Y el jabón quien lo botó
Cuando uno sale de casa
Todo lo dejan perder
Desgraciado el que se casa
Con una mala mujer
Así comenzaba la obra de teatro que era muy solicitada por el público cada año
Y la estudiante que simulaba ser la esposa, respondía:
Yo no te estaba llamando
Ni en mi casa te quería
Casarme contigo, cuando
Pero así me convenía
...Y el esposo ripostaba:
Cállate esa boca mujer
Que hablas hasta por los codos
A que te tumbo los dientes
Para que no charles más.
Se hacía la vénia de depidida y esperábamos los aplausos.
¡Aplausos y gritos se escuchaban al final!
Dígame el sebucan, que vaina pa buena, o la burriquita, o la declamación de los versos de Martí, que despuesote es que vine a saber que ese fue un gran héroe Cubano que admiro mucho a nuestro Libertador y que cuando vino a Venezuela lo primero que hizo sin limpiarse el polvo de las botas, fue ir a la plaza bolivar a rendirle homenaje a quien tanto admiraba.
Cultívo una rosa blanca
En julio como en enero
Para el amigo sincero
Que me dá su mano franca.
Esas sí eran una fiestas escolares, eran las fiestas del caserío, con tisana, pasteles y ensalada incluida. Dígame ahora un tal perreo vulgarmente escenificado por niñitas a la vista de todos.
La escuela era el centro de la comunidad, y la maestra o maestro un verdadero líder comunitario, de respeto, un ser que con pasión asumía el rol de enrrumbar a los niños que serían el futuro de la patria.
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