El alegre patio de gallinas
Cada amanecer era lo mismo, como si estubiera escrito en algun lado. Cada mañana a la misma hora, el canto de los gallos despertaban los sueños de todos en la casa. Atizar el fogón, colar cafe, moler el maíz de las arepas, y echarle de comer a las gallinas. ¡Ah! Echarle comida a las gallinas, que grato para mi, eso era lo que mas me gustaba. Agarraba una totuma grande repleta de maiz y con el tico, tico, tico, llamaba las gallinas quienes voletiando, se apresuraban al escuchar la voz que las llamaba al desayuno tempranero. Mientras les dejaba caer una lluvia de maiz esparcido en el patio.
De verdad que esa tarea, era la que más me gustaba. Las gallinas pirocas, las ponchas, las gallinas chacas, el gallo giro, el poncho-piroco. Los pavos eran los mas glotones, como comen los pavos, parecen saco roto, nunca sacuan su hambre. Todas revoleteaban en el patio buscando cada grano de maiz y los cochinos se acercan para competir por el alimento matutino. Mamá con solo hechar una mirada se daba a cuenta a leguas si le faltaba alguna polla, no se como lo hacia, pero entre tantos animales, con solo una breve mirada, divisaba el rebaño y se enteraba si algún comensal hacía falta en el patio.
Es ese tiempo no era comun el robo de gallinas, pero los faros y los zorros no eran los únicos que causaban tamaña ociocidad, mientras los gavilanes se daban un gustazo con frecuencia entre tanto pollitos que piaba junto a mamá gallina que poco podia hacer cuando el ave rapaz se disponia a buscar su almuerzo.
Una casa de campo sin gallinas no es una casa campesina. Es esa la primera señal de una casa, un buen patio de gallinas que suministre huevos y carne para el consumo familiar. No hay como ver una toñada de pollos con su mamá gallina. A ellos le moliamos maíz con ajo, se lo suministrabamos en los primeros días, de esa manera los protegiamos de las enfermedades mas comunes en pollitos.
Los matos eran otros cazadores de polllos, que algunas veces se atragantaban los huevos de los nidos. Por cierto, que sabrosa resultó ser la carne de mato, definitivamente es un plato exquisito, la base del rabo es musculosa y suave, los chicharrones de ancas de mato no tienen padrote en la culinaria campesina. Asi que algunas veces, chicharrones de mato eran motivo de jolgorio en la cocina.
Eran totumadas repletas de huevos que casi a diario se recogían de los nidos dispuestos en los alrededores de la casa, muy pocas veces escaceaban los huevos. De allí, mamá seleccionaba los que se dispondrian para sacar pollitos. Se echaban las gallina y a los veintidos dias exactos, se levantaban las gallinas de sus nidos con sendas toñadas de pollitos, que resguardaba del frío con sus dos alas amorosas y tibias.
Los viejos chongos eran sustituidos cada cierto tiempo por mozos y vivaces gallos que recien emplumados ya estaban listos para padrotear el patio gallinero. Así, de vez en cuando la olla sopera ablandaba en el fogón el infausto animal envejecido. Eso nos pasa a todos los viejos, la olla del tiempo nos cocina, mientras vemos pasar en nuestro patio, las lindas pollas aguardando el nuevo gallo sustituto.
Comentarios
Publicar un comentario