Abril de lluvias y Dioses ancestrales

"Todo es animado y todo está lleno de dioses". (Tales de Mileto)


La nubes se enamoran del sol y lo cubren abrazándolo con su cuerpo de algodones, apurando a la lluvia que refresca tantos paisajes maltratados. Abril se asoma empapado de sueños con su cargamento de húmedas caricias que son besos para la tierra tostada por el sol.

Aquí, entre los moretones que la vida nos regala a diario, el campesino aguarda la entrada magistral de las lluvias, Dios de la siembra y la cosecha en abundancia. Más allá de las nubes de polvo que son apasigiadas por los besos de los copos de nubes que empapan estos fertiles suelos de esteros y sábanas, de piedemonte, serranias y montañas, mas allá está la estirpe campesina aguardando la siembra y la cosecha.

Se aproxima Quetzalcóatl, con caminar pausado, Dios de la cultura tolteca y azteca, siempre asociado con la creación, en el se expresa toda la sabiduría y la fertilidad, viene anunciando mejores y abundantes atributos soñados por los seres que habitan estos campos de ensueño.

Más tarde se hace presente Inti, el Dios del sol según nuestros hermanos inca, Inti es considerado el padre de los incas y protector de la agricultura. Viene impregnado en gotas de rocio, esas gotas que humedecen la tierra que aguarda la semilla para verla crecer desde su ser.

La Pachamama se empina magestuosa, la diosa de la tierra, que en la mitología andina está asociada con la fertilidad y la protección de la naturaleza, se dirige a nosotros como pidiendo un rato de calma y de cordura ante el abrasivo transitar del hombre corrompido.

Mientras tanto Viracocha, dios Inca, considerado el creador del universo y de la humanidad, es el guardian de todo lo que por aquí se mira en toda la extensión de la tierra llena de vida que siente tus pisadas.

La primavera la trae Xipe Tótec, dios de la renovación, la fertilidad y la regeneración, este dios noble y bueno se vuelve a encariñar con estas tierras que ha venido cuidando desde siempre.

En nuestra gloriosa Venezuela, territorio forjado en luchas y trabajo aparece fijada en el histórico ancestral, María Lionza, Diosa de la naturaleza y la fertilidad, considerada la reina espiritual de Venezuela.

En los llanos, Yuré, dios de la lluvia y la fertilidad, es adorado por los indígenas de la región pidiéndole las gotas de rocio que empapen estos suelos para la prosperidad de toda su gente

Tío Conejo sale de su escondrijo, éste Dios de la astucia y de la inteligencia sigue presente en la mitología de los indígenas y campesinos de la región andina.

En los llanos, aguarda Guaymaral, Dios de la caza y de la pesca, es esperado por los indígenas de la región llanera. Guaymaral quien viene haciendole compañía a Arco, deidad acuática, con una naturaleza dual de creador y destructor, quien también está presente en la mitología de los indígenas de la extensa  región de los llanos Venezolanos.

Desde las montañas andinas venezolanas surge silenciosa la representación de los momoyes que son un tipo de duende originario de los Andes venezolanos. Según la tradición, los momoyes habitan en las zonas de Mérida y Trujillo desde tiempos precolombinos. Aparecen en la mitología indígena desde tiempos inmemoriales con los indígenas timoto-cuicas. Estos mágicos seres son descritos como pequeños, de aspecto humanoide, con orejas puntiagudas y piel oscura. Se dice además que son traviesos y juguetones, y que a menudo se burlan de los humanos. También se cree que pueden causar enfermedades y otros problemas a los humanos si no se les trata con respeto. En resumen, los momoyes son un elemento importante de la mitología indígena venezolana, y forman parte del rico patrimonio cultural de Venezuela.

Más abajo en nuestra geografía, se escucha la presencia de Amalivaca, el principal héroe cultural de los Tamanacos, pueblo indígena de filiación lingüística Caribe, hoy desaparecido. Se dice que los Tamanacos habitaron al norte del actual distrito Cedeño del estado Bolívar. Desde Amalivaca Yeutipe (Casa de Amalivaca) creó junto a su hermano, Uochi, el caudaloso Rio Orinoco con una vida inmensa y fulgorosa que da prestancia a esta región.

Con el abril que adelantó la temporada de lluvia, nos visitan  todos ellos, como esencia ancestral y milenaria, que se empecina en sostener la vida tan amenazada por la fuerza destructora de la modernidad.


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