La Nochebuena de los Granos Encantados
“La Navidad agita una varita mágica sobre el mundo, y por eso, todo es más suave y más hermoso”. (Norman Vincent Peale) Había una vez, en un pequeño caserío del piedemonte andino de la Venezuela rural, una comunidad de caficultores que esperaba la Navidad no solo por el nacimiento del Niño Dios, sino también por la aparición de los granos encantados. Se decía que, cada Nochebuena, los granos de café más puros y perfectos cobraban vida al ser tocados por la luz de una estrella fugaz, que solo aparecía el aquellos lugares donde los corazones de sus habitantes permitieran la entrada de nobles sentimientos de amor. En las laderas de la Sierra venezolana, donde los granos de café crecen con el sabor del cielo y la tierra, la Navidad llegaba con una mezcla de esperanza y melancolía. Las familias caficultoras, con sus manos curtidas por el trabajo y sus corazones llenos de sueños, se reunían alrededor de fogatas para compartir historias que desafiaban la realidad. Esa noche, Doña Esmeralda,